Cuando hay una crisis internacional (en este caso el coronavirus), cuando la economía va fatal (como es el caso de México actualmente y del mundo en general), cuando los que tienen un trabajo se sienten afortunados (aunque no sea satisfactorio desde el punto de vista económico o intelectual), preocuparse de si los colaboradores están felices, enganchados y motivados, puede parecer fuera de lugar.
Pero los estudios que han llevado a cabo Gretchen Spreitzer y Christine Porath, psicólogas de la Universidad de Harvard, acerca de qué hace que la fuerza laboral tenga sistemáticamente un rendimiento óptimo, encontraron buenas razones para tomar este tema muy seriamente: a largo plazo, los empleados felices, enganchados y motivados, producen más que quienes no lo son. Van al trabajo de forma habitual, es menos probable que abandonen, hacen sustantivamente más de lo que sus obligaciones les indican, y se juntan y atraen a personas que están igual de comprometidas con el trabajo, pudiendo integrar equipos de trabajo de alto desempeño. Qué adecuado y qué mejor mensaje, aplicable en este complicado entorno de crisis actual.
En distintas empresas y tipos de empleos, estas dos psicólogas concluyeron, a través de los estudios que llevaron a cabo, que la gente que es feliz y que está enganchada y motivada, muestra un rendimiento un 16% más alto que el promedio y un 125% menos de agotamiento que sus compañeros. Está un 32% más comprometida con la empresa y un 46% más satisfecha con sus empleos. Además, pierde muchas menos horas de trabajo por asuntos propios y por enfermedad, lo que significa ahorros en tratamientos de salud y menos tiempo perdido para la compañía.
Resulta claro que la felicidad es, sin lugar a dudas, algo que buscamos durante toda nuestra vida.
Vanessa Buote, una investigadora posdoctoral en psicología social escribió: “Un concepto erróneo de la felicidad es pensar que consiste en estar alegre, de buen humor y contento todo el tiempo, siempre con una sonrisa en la cara. No es así; ser feliz y llevar una vida plena consiste en asumir conscientemente lo bueno y lo malo, y en aprender a reformular lo malo”. De hecho, en el reciente artículo en el Journal of Experimental Psicology: “Emodiversity and Emotional Ecosystem, del investigador de Harvard Jordi Quoidbach, se revela que el hecho de sentir una amplia variedad de emociones, tanto positivas como negativas, guarda relación con un estado mental positivo y con el bienestar físico. (Fuente: Harvard Business Review, HBR)
Shawn Achor, investigador y formador corporativo escribió un artículo en HBR, “Inteligencia Positiva” donde explica que “la mayoría de las personas pensamos en la felicidad de forma equivocada: El mayor equívoco de la industria de la felicidad es que se considera un fin, no un sentido. Pensamos que, si tenemos lo que deseamos, seremos felices. Pero resulta que nuestros cerebros en realidad funcionan en otra dirección, es decir, el camino, la lucha, el avance, el aprendizaje, el logro es lo que nos hace felices”.
Vanessa Buote coincide: “Algunas veces tendemos a ver el ‘ser felices’ como el objetivo final, pero nos olvidamos de que lo realmente importante es el viaje; descubrir qué nos hace felices y comprometernos con esas actividades de forma habitual nos ayudará a llevar una vida más estable, plena y satisfactoria”.
En otras palabras, no somos felices mientras perseguimos la felicidad como un estado inmóvil. Somos felices cuando disfrutamos el momento presente porque estamos entregados totalmente a un proyecto que tiene sentido para nosotros, trabajando para alcanzar un objetivo importante y trascendente o ayudando a alguien que nos necesita. La felicidad no es la ausencia de sufrimiento: es la capacidad para resurgir de él. Y la felicidad no es lo mismo que la alegría o el éxtasis; la felicidad incluye la satisfacción, el logro, el bienestar y la flexibilidad emocional que nos permitan sentir y comprender un repertorio completo de emociones.
La felicidad es algo que todo ser humano busca y necesita en el entorno total de su existencia, para mantener un equilibrio en su vida y para que ésta tenga sentido, sea sana y cuente con un objetivo, un proyecto y un camino definido a seguir.
Tal como fue mencionado al inicio del presente artículo, la felicidad es algo imprescindible en la existencia humana, en absolutamente todos sus ámbitos y, habiendo explicado lo más claro posible en los párrafos precedentes en qué consiste y cómo afecta para bien nuestras vidas, resulta en consecuencia que en el ámbito laboral es esencial, más aún en la circunstancia actual de una tremenda crisis de salud y económica, de un futuro incierto para todos, de sentimientos encontrados, de inseguridades y miedos, y de una serie de escenarios muy amenazantes.
La gente solía creer que, para triunfar, no tenías que ser feliz en el trabajo. Que tampoco hacía falta que te gustara la gente con la que trabajas, o incluso que no hacía falta compartir valores con ellos. “El trabajo no es la persona”, era la idea. Totalmente falso.
Investigaciones de la analista de negocios de Harvard Annie McKee en decenas de compañías y con cientos de personas, además de la investigación de neurocientíficos como Richard Davidson y V.S. Ramachandran y académicos como Shawn Achor, señalan cada vez más un hecho simple: las personas felices son mejores trabajadores. Quienes están comprometidos con sus empleos y sus compañeros trabajan más y de manera más inteligente.
Sin embargo, en muchos casos, la crisis dual actual, pandémica y económica, es un factor que está siendo un obstáculo para encontrar estabilidad emocional, equilibrio en la vida personal, esperanza en el futuro, para muchas personas y, en consecuencia, se sienten infelices.
Es por ello, urgente y prioritario, darle un lugar estratégico a este tema y diseñar e implementar acciones consecuentes, considerando la enorme trascendencia que tiene el ser feliz en la operación exitosa de una empresa y, lo más importante, en la salud, actitud, bienestar y motivación de la gente, el elemento más importante de cualquier organización.
No es motivante trabajar con personas indiferentes e infelices, considerando además que este entorno no añade mucho valor, lo cual repercute en cualquier empresa y en la economía, de forma tremendamente negativa. Incluso es peor cuando son los líderes los que no se sienten felices y comprometidos, porque esta actitud se transmite a los demás. Sus emociones y su mentalidad afectan fuertemente al estado de ánimo, la actitud y el rendimiento de los otros; al compromiso y engagement correspondientes; y a los sentimientos y pensamientos de los colaboradores.
Después de todo, la manera en que nos sentimos está relacionada directamente con qué y cómo pensamos. Dicho de otro modo: los pensamientos influyen en las emociones y las emociones influyen en los pensamientos.
En la actualidad resulta muy oportuno romper con el mito de que los sentimientos no importan en el trabajo. La ciencia demuestra que sí importan: hay una relación neurológica clara entre los sentimientos, los pensamientos y las acciones. Si estamos dominados por emociones negativas intensas, es como si llevásemos una venda en los ojos. El ser humano tiende a centrarse en la fuente del dolor. En estos escenarios emocionales no procesamos bien la información, ni pensamos creativamente, ni tomamos buenas decisiones. El miedo, la incertidumbre, la desesperanza, la frustración, la ira y el estrés hacen que una importante parte de nosotros se cierre: la parte que piensa y se implica. La indiferencia y hasta la parálisis son una respuesta neurológica y psicológica natural ante emociones negativas persistentes.
Si estamos de acuerdo en que nuestros estados emocionales en el trabajo importan, ¿Qué podemos hacer en este escenario de crisis y de una supuesta nueva normalidad para aumentar el compromiso y mejorar el rendimiento?
Annie McKee, la analista de negocios de Harvard, ha estudiado docenas de organizaciones y entrevistado a miles de personas. Los hallazgos encontrados sobre la relación entre los sentimientos y el compromiso de la gente son fascinantes. Existen claras similitudes entre lo que la gente dice que quiere y necesita, no importa de dónde vengan, para quién trabajen, en qué sector estén, en qué situación se encuentren, en qué escenario se desenvuelven o cuáles sean las circunstancias del momento específico en que están viviendo. A menudo, damos por sentado que son enormes las diferencias entre las distintas industrias, en diferentes entornos, en tiempos diferentes, en todo el mundo, pero los resultados de las investigaciones contradicen esta suposición.
De conformidad con las investigaciones de Annie McKee, para estar totalmente implicadas y felices, prácticamente todas las personas dicen que necesitan tres cosas, estén donde estén y se encuentren como se encuentren:
1.Una visión del futuro con sentido. La gente que fue entrevistada por el equipo de investigación de Harvard sobre aquello que funcionaba y no funcionaba en sus empresas y sobre lo que más les había ayudado y les había estorbado en toda circunstancia, hablaron de la visión. Las personas quieren poder conocer el futuro que se persigue y saber cuál es su papel para alcanzarlo. El equipo encontró lo que se denomina el cambio intencional: LAS PERSONAS APRENDEN Y CAMBIAN cuando tienen una visión personal que está vinculada a la visión de la organización. Lamentablemente, demasiados líderes no trazan una visión muy clara y precisa del futuro o no muy atractiva, ni intentan asociarla a las visiones personales de la gente, a los escenarios actuales y no se comunican bien. Como resultado, la gente pierde el sentido a su trabajo, no se engancha con él, se genera deslealtad, baja la productividad y la calidad, los equipos no funcionan, no hay innovación y al final la gente se desentiende de sus responsabilidades. Se pierde engagement, conocimiento, experiencia y talento. Y la gente tiende a desesperarse y desencantarse y a no encontrar una seguridad y una esperanza bien fundada en sus trabajos.
2.Un sentido de propósito. Las personas quieren sentir que su trabajo importa, que sus contribuciones ayudan a alcanzar algo realmente importante. Hoy más que nunca. Quieren saber que ellos y sus empresas están haciendo algo grande que impacta y trasciende. Necesitan experimentar en los hechos que sus acciones se alinean y se encaminan realmente al logro de la estrategia de la empresa y de sus metas más importantes. Y que, sin importar su nivel organizacional, el área a la cual se encuentran adscritos o la actividad que desempeñan por más simple que sea, tiene un propósito en el alcance de los objetivos más grandes de la organización. Esto contribuye significativamente a lograr un estado de felicidad en las personas. Importantísimo.
3.Unas buenas relaciones. Una relación discordante con el superior inmediato impacta negativamente en la motivación, el compromiso, la lealtad y la productividad. Y lo mismo sucede con las relaciones con los compañeros de trabajo. Distintos líderes, jefes y empleados externaron a los analistas de Harvard que las relaciones cercanas, de apoyo y de confianza son tremendamente importantes para su estado mental y para su voluntad de contribuir a un equipo. Éste es un elemento profundamente impactante en el grado de felicidad que se experimenta en el trabajo. Aquí el factor comunicación juega un papel decisivo.
Además, la ciencia del cerebro y la investigación organizacional están, de hecho, desmontando los viejos mitos. Las emociones son muy importantes en el área de trabajo. Para estar totalmente comprometidos, necesitamos una visión, un sentido, un propósito y unas relaciones sólidas. Depende de nosotros, como individuos, el encontrar formas de vivir nuestros propios valores en el trabajo y construir relaciones fuertes. Y depende de los líderes el crear un entorno donde las personas puedan engancharse y desarrollarse. Es sencillo y es práctico: si quieres una fuerza laboral implicada, presta atención a cómo creas una visión, asocias el trabajo de las personas al mayor propósito de tu empresa y recompensas a los individuos que conectan con los demás. De esta manera tendrás a colaboradores felices en el desempeño de sus actividades. En las difíciles circunstancias actuales, esto destaca como un factor estratégico.
Las investigaciones de Annie McKee descubrieron, así mismo, que el ser feliz en el trabajo, alienta la prosperidad, generándose dos componentes muy importantes para el éxito y el logro de metas.
*El primero es la vitalidad: el sentido de estar vivo, apasionado y emocionado. Los empleados que sienten esta vitalidad generan energía en ellos mismos y en los demás. Las compañías generan vitalidad dándole a la gente una dirección, un significado, un propósito, una comunicación efectiva y retroalimentación continua, así como la sensación de que su trabajo diario resulta significativo, lo cual marca una diferencia e impacta en los resultados de la empresa. Hay que hacerlo hoy.
*El segundo es el aprendizaje: el desarrollo que resulta de obtener nuevos conocimientos y habilidades. Aprender puede proporcionar una ventaja técnica y un estatus de experto. Aprender también puede activar un círculo virtuoso: la gente que desarrolla sus habilidades es más probable que crezca, individual, profesional y organizacionalmente, y se incremente su potencial hacia un futuro más prometedor. La nueva normalidad es un escenario ideal para esto, donde contar con gente capacitada y competente, contribuirá sustantivamente en la sustentabilidad y crecimiento de la empresa. Los cursos en línea y los webinars son hoy en día las herramientas ideales para estos efectos.
Los dos componentes funcionan en sintonía: uno sin el otro es improbable que sean sostenibles y eso puede perjudicar al rendimiento. Aprender, por ejemplo, crea un impulso durante un tiempo, pero sin pasión puede llevar al agotamiento. ¿Qué voy a hacer con lo que he aprendido? ¿Por qué debería dar lo mejor de mí mismo? La vitalidad sola, incluso cuando te encantan los elogios que consigues al obtener resultados, puede ser desalentadora: cuando el trabajo no te da oportunidades de aprender, es algo repetitivo, sucede lo mismo una y otra vez.
La combinación de vitalidad y aprendizaje sirve de guía a los empleados para que consigan resultados y encuentren formas de crecer. Su trabajo es gratificante no solo porque rinden lo que se espera de ellos hoy, sino porque tienen un sentido de hacia dónde van la compañía y ellos mismos. En todo esto va implícito el grado de satisfacción y felicidad que llegan a experimentar y el consecuente efecto en el engagement, la productividad, el espíritu de innovación, la integración y la consecución de metas.
Será responsabilidad del área de recursos humanos el diseñar y establecer un programa estratégico encaminado a conseguir este importante y decisivo objetivo, con todo lo que en ello va implícito. Recordemos lo dicho en cuanto a que en la actualidad resulta muy oportuno romper con el mito de que los sentimientos no importan en el trabajo, siendo que la ciencia demuestra lo contrario, porque hay una relación neurológica clara entre los sentimientos, los pensamientos y las acciones. De esta manera habrá que tomarlo muy en serio, tanto por los beneficios que proporciona a los propios colaboradores, como a la empresa en su operación efectiva y en la consecución de sus metas. Recordemos, la felicidad de los trabajadores, se traduce en ejecución.
En todo tiempo hay cinco elementos esenciales que deben ser tomados seriamente en cuenta para todo programa encaminado a “ser feliz en el trabajo”, principalmente, en la tremenda crisis actual:
*Emociones positivas: en esta categoría están la paz, el agradecimiento, la satisfacción, el placer, la inspiración, la esperanza, la curiosidad y el amor.
*Compromiso: estar absortos en una tarea o proyecto nos da la sensación de que el tiempo se esfuma porque estamos comprometidos al cien por cien.
*Relaciones: las personas que mantienen relaciones positivas significativas con los demás son más felices.
*Sentido: viene de ponerse al servicio de una causa más grande que nosotros mismos. Como puede ser un proyecto que está contribuyendo al desarrollo de la empresa donde colaboro, una actividad que ayuda a mi sustentabilidad y la de mi familia, una acción que ayuda a la humanidad de algún modo, todos necesitamos que nuestras vidas tengan un sentido.
*Logros: para sentir una satisfacción vital importante debemos esforzarnos por mejorarnos a nosotros mismos.
Conclusión
La idea de la felicidad como estímulo de la productividad estuvo ganando mucha fuerza en los círculos corporativos, principalmente en los EE.UU., hasta antes de la pandemia, concepto que se ha hecho aún más importante en esta nueva normalidad. Las compañías han estado invirtiendo en programas para la felicidad de sus colaboradores en tiempos de crisis; en ejercicios para fomentar el trabajo en equipo en toda circunstancia; en consultores en esta materia; y en la conformación de áreas o puestos dedicados exclusivamente a esta labor. Las compañías se lo están tomando muy en serio.
El ser feliz en el trabajo no es un tema menor o un bonito adorno a los programas en materia de recursos humanos. Es algo indispensable, porque la felicidad es el fin último del ser humano, el máximo objetivo por el cual vivimos y luchamos. Nada ocupa un lugar más importante en nuestras vidas. Por lo que si las empresas se avocan seriamente a este tema, más cuando hay una grave crisis, seguramente conseguirán una fuerza de trabajo muy comprometida y enfocada, muy productiva y enganchada, leal y dispuesta a dar todo de sí, honesta, innovadora y colaboradora.
Queda entonces solo una cosa: tomar la decisión de hacer lo que se tenga que hacer con seriedad e implementarlo. Los resultados se darán con absoluta seguridad y efectividad. Más que nunca.